Un estudio desmonta el catastrofismo climático

Un artículo recientemente publicado en la revista Nature Climate Change ha confirmado que, contra todo pronóstico y al margen del discurso catastrofista dominante, la Tierra está más verde que hace dos décadas.
Lejos del relato apocalíptico que insiste en que el planeta se asfixia por culpa de la actividad humana, los datos obtenidos por satélites entre 2003 y 2021 reflejan una tendencia inesperada: la vegetación terrestre está ganando terreno, y con ella, la capacidad del planeta para absorber dióxido de carbono ha aumentado.
La investigación, basada en casi veinte años de imágenes satelitales, revela que el crecimiento neto de la vegetación terrestre ha compensado con creces las reducciones detectadas en la productividad marina. Mientras la fotosíntesis en tierra firme crece a razón de 0,20 petagramos de carbono al año, los océanos registran una pérdida más modesta, de 0,12. El resultado global sigue siendo positivo: el planeta absorbe más carbono que antes.
Este reverdecimiento no es una anomalía local, sino un fenómeno extendido. Más del 31% de las zonas vegetadas del planeta han visto aumentar su productividad biológica, mientras que sólo un 3% ha experimentado un retroceso significativo. En términos simples: por cada área que pierde verdor, hay diez que lo ganan.
Las regiones boreales y las latitudes medias, como los bosques de Canadá, Escandinavia o zonas del Himalaya, se han beneficiado especialmente de inviernos menos rigurosos y temporadas de crecimiento más largas. Estas condiciones, sumadas al efecto fertilizante del CO₂ y a las mejoras en las prácticas agrícolas, han multiplicado la actividad fotosintética de estos ecosistemas.
Pero no son las únicas. Las regiones templadas también registran incrementos notables, en parte gracias a la reforestación, la expansión de cultivos y el manejo intensivo del terreno. Incluso las áreas tropicales, a excepción de la Amazonia que sigue amenazada por la deforestación y las sequías, muestran una tendencia estable o incluso al alza en su productividad.
En paralelo, los océanos – tradicionalmente descritos como los más frágiles ante el cambio climático no muestran señales de colapso, sino de transformación. Mientras que las aguas ecuatoriales han visto reducir su capacidad de generar fitoplancton debido al calentamiento y a la menor circulación de nutrientes, las zonas marinas de latitudes altas han registrado un repunte desde 2015. Allí, el deshielo ha permitido una mayor penetración de la luz solar, reactivando la productividad de los ecosistemas oceánicos.
Este patrón contradictorio no encaja fácilmente en la narrativa de emergencia climática que domina los foros internacionales. Los investigadores hablan de resiliencia ecosistémica, un concepto que rara vez aparece en los discursos políticos pero que, según este estudio, es esencial para entender cómo responde la biosfera al aumento de gases de efecto invernadero.
La implicación es evidente: mientras muchos líderes insisten en que solo mediante restricciones, impuestos verdes o prohibiciones se puede mitigar el cambio climático, la naturaleza misma está mostrando una capacidad de adaptación más robusta de lo que se creía. El reverdecimiento global actúa como un sumidero natural de carbono, reforzado por el propio incremento del CO₂ atmosférico, en lugar de verse aplastado por él.
Este hallazgo plantea serias dudas sobre la eficacia y la justificación de algunas políticas climáticas que penalizan fuertemente al sector agrícola, a la industria o a los consumidores, sin tener en cuenta los procesos naturales de autorregulación del planeta.
Fuente: Alerta Digital
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