La tiranía verde: el cambio climático como arma de control
En nombre del cambio climático se ha levantado un nuevo dogma incuestionable. Bajo la apariencia de consenso científico, los gobiernos, organismos internacionales y élites económicas han convertido la bandera verde en un instrumento de poder, imponiendo medidas que sacrifican la libertad, encarecen la vida cotidiana y generan un clima de miedo. A este fenómeno lo llamo “tiranía verde”, porque ya no se trata de salvar el planeta, sino de controlar a las personas.
El miedo como herramienta política
El discurso climático se apoya en un relato apocalíptico: mares que se desbordan, cosechas que desaparecen, ciudades ahogadas por el calor. Pero más allá de la realidad científica —que sin duda merece atención—, se ha instalado una narrativa que elimina cualquier posibilidad de cuestionamiento. ¿Quién se atrevería a oponerse a la “salvación de la Tierra”? Esta estrategia convierte la política verde en un dogma: quien critica, automáticamente es tildado de “negacionista”.
Políticas verdes que castigan al ciudadano
Los ejemplos abundan:
– Impuestos al carbono que encarecen la energía y golpean con fuerza a los hogares de clase media y baja.
– Prohibiciones de vehículos de combustión sin ofrecer alternativas viables y accesibles.
– Subsidios millonarios a tecnologías verdes que, lejos de democratizar la energía, enriquecen a grandes corporaciones y fondos de inversión.
– Zonas de bajas emisiones que expulsan a quienes no pueden costear autos eléctricos o transportes “sostenibles”.
En nombre del medio ambiente, se está construyendo un modelo elitista: los ricos podrán pagar por ser “verdes”, mientras los pobres cargarán con las restricciones.
El negocio detrás de la ecología
No hay ingenuidad aquí. El movimiento verde se ha transformado en una gigantesca industria: energías renovables, certificados de carbono, coches eléctricos, consultorías climáticas. Todo con un común denominador: transferir riqueza de los ciudadanos hacia las élites que manejan este mercado. La “tiranía verde” no solo se viste de moralidad, también es altamente rentable para unos pocos.
Las ONG, lejos de proteger la naturaleza, viven de la catástrofe permanente. Cada tormenta, cada sequía, cada titular apocalíptico se convierte en una oportunidad de recaudar millones, reforzando la narrativa del miedo que justifica su existencia. No hay transparencia ni rendición de cuentas; solo una maquinaria propagandística diseñada para hipnotizar a la opinión pública.
Y las élites, esos que predican austeridad y sacrificio mientras viajan en jets privados y construyen fortunas verdes, son los auténticos arquitectos de esta farsa. Nos exigen sacrificios, mientras ellos deciden qué tecnologías subvencionar, qué industrias destruir y qué comportamientos castigar. La supuesta emergencia climática es solo un telón de humo que oculta su avaricia y su sed de control.
El cambio climático se ha convertido en la excusa perfecta para reescribir las reglas del poder sin consulta ni resistencia. Nos dicen cómo vivir, qué comer, cómo viajar, cómo pensar, todo en nombre de un planeta que supuestamente se quema, mientras ellos consolidan su dominio.
La verdadera amenaza no es el CO₂: es la élite política, económica y mediática que ha transformado el miedo en ley, y la culpa en obediencia. Esta tiranía verde no es inevitable. Y aquellos que la cuestionen no son criminales ni herejes; son los últimos ciudadanos libres que se niegan a arrodillarse ante la nueva religión de nuestro tiempo.
Fuente: Alerta Digital
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