De Hitler a Putin pasando por los rojipardos: lo que el nazi Heidegger le enseñó a Dugin
Conversamos con el pensado francés François Rastier, que ofrece en 'Naufragio de un profeta' una imagen inédita y tétrica del filósofo alemán a la luz de sus 'Cuadernos negros'
En 1916 Martin Heidegger tiene 27 años y escribe en una carta a su prometida Elfride: "La judaización de nuestra cultura y de las universidades es, en efecto, aterradora y creo que la raza alemana deberá encontrar la fuerza interior suficiente para llegar a lo más alto". En 1920, a los 31, se lamenta en otra misiva: "Todo está inundado de judíos y sanguijuelas". En 1932, ya con 43 años, vota por primera vez al partido nazi y al año siguiente se afilia. Es en 1933, ya con Hitler en el poder, cuando, recién nombrado rector de la Universidad de Friburgo a los 44 años, imparte su discurso de adhesión al nacionalsocialismo y, en otra carta, critica que su colega Karl Jaspers "siga ligado" a su mujer, que es judía. Pero justo después, como se creía hasta hace no mucho, repudiaba el régimen tras dimitir de su cargo y abandonar el partido. Sin embargo, como demuestran una serie de estudios recientes y la publicación en 2015 de sus ominosos 'Cuadernos Negros', no es que Heidegger dejara de ser nazi, sino, más bien, es que la Alemania de Hitler no le parecía "lo suficientemente nazi".
Entre aquellos que se ocuparon de señalar, a la contra de un pensamiento occidental envenenado de heideggarismo —desde la izquierda de la deconstrucción a la extrema derecha de Dugin—, que el emperador de la filosofía del siglo XX iba desnudo, que su filosofía no escondía otra cosa que un nazismo feroz, encontramos nombres como los de Adorno, Marcuse, Cassirer, Julio Quesada o Emmanuel Faye. Y ahora es el lingüista y semiótico francés François Rastier (Toulouse, 1945) el que asesta el golpe definitivo al maestro oscuro en un libro tan breve como demoledor: 'Naufragio de un profeta. Heidegger hoy' (Laetoli, 2022). Hablamos con un Rastier, que asegura que "jamás he podido leer a Heidegger y a sus apologistas sin un malestar que no tiene nada de existencial mientras tantos autores ilustrados se encomendaban a él".
Fuente: El Confidencial
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