COVID-19 fue diseñado en 1965 como un arma biológica
Los murmullos son cada vez más fuertes, los susurros convirtiéndose en gritos, y las sombras de la duda ahora arrojan largas y escalofriantes líneas a través de los pasillos del poder en el Parlamento Europeo. La revelación se ha estrellado en el escenario público con la sutileza de un martillo, y las ondas enviadas ya no pueden ser ignoradas o descartadas por ningún tramo de la imaginación.

Qué se está desarrollando no es sólo otro juguete de mascar de ciclo de noticias, es el verdadero desenmascaramiento de una situación tan grave, tan meticulosamente orquestada, que desafía el tejido mismo de nuestra realidad colectiva. En el epicentro de esta revelación hay dos entidades: la vacuna y el virus que ahora arrojan en una luz nefasta, cuya extensión apenas está empezando a filtrarse en la conciencia pública.
Ahora, vamos a cortar el ruido. La evidencia, ahora abierta para que el mundo lo vea, supuestamente apunta a una conclusión terrible: la pandemia del COVID, un evento que ha trastocamiento de vidas, economías y la noción misma de libertad, no fue casual. Los susurros alegan que fue una liberación deliberada, un arma biológica dirigida a la población, con la vacuna siguiendo su traje como su contraparte retorcida.
No se trata de afirmaciones infundadas lanzadas en el vacío; están cinceados en palabras, números, un rastro de migas de pan que se remontan a décadas atrás. La verosimilitud de tal escenario nos lanza a un mar tumultuoso de preguntas y exige una confrontación con la escalofriante posibilidad de su realidad.
Debes estar atesado. Una vez que la estrago de la estragos de la estragos de la empresa médica...Va a un hospital puede ser una mala idea.
Devuelve su mente a hace diez años, en el mismo Parlamento Europeo, una voz solitaria hizo una advertencia profética contra los peligros de la naturaleza armamentista. Esa voz, ahora reivindicada por los acontecimientos actuales, no era sólo especulativa era un presagio de la tormenta en la que nos encontramos hoy. Es una tormenta que se ha estado gestando desde antes de que naciera la mayoría de nosotros, trazando de nuevo el aislamiento del coronavirus como patógeno replicable en 1965. Así es, 1965.
Pero esto no se trata de mirar hacia atrás con ira o señalar con el dedo a figuras sombrías del pasado. Es sobre el aquí y ahora, la encrucijada en la que nos manemos. Este momento no es sólo sobre el ajuste de cuentas; se trata de la introspección sobre quiénes somos como especie y qué camino elegimos para tallar para nuestro futuro.
La plataforma que se nos ha dado, a través de revelaciones y discusiones que alguna vez habrían sido descartadas como marginales, no tiene precedentes. Es una oportunidad para entablar un diálogo sobre nuestra propia humanidad. Es una oportunidad que fue moldeada por los del Parlamento Europeo, por personas como Kim Martin, que se atrevieron a retirar el telón durante los primeros días de la pandemia.
Atrás quedaron los días de las principales tópicos mediáticos, donde el público fue alimentado con una dieta constante de información filtrada. Esos días están tan distantes como la ingenuidad en la infalibilidad de los sistemas que nos gobiernan. Lo que queda a su paso es una cruda realidad, la comprensión de que el escenario en el que hemos sido establecidos es de importancia histórica.
No se equivoque, las implicaciones de tal escenario son profundas. Tienen el potencial de reescribir la historia, de redefinir la narrativa de nuestro tiempo. Las antes celebradas presentaciones en CNBC y Bloomberg ahora palo en comparación con la gravedad de este discurso. Es un discurso que ha estado un siglo en la fabricación, cociendo a fuego lento bajo la superficie hasta que llegó a un punto de ebullición que ninguna estructura de poder puede contener.
No se trata de crear pánico o de propagar el miedo. Se trata de enfrentar la realidad potencial del mundo en la que vivimos en una realidad que ha sido meticulosamente documentada, analizada, y ahora, llevada a la luz deslumbrante del escrutinio público. Se trata de entender que el mundo que creíamos que conocíamos pudo haber sido una fachada, una que se estaba desmoronando bajo el peso de la verdad.
1966 no fue un año más; fue el año en que se desató el primer modelo de coronavirus COV, lo que sugiere un enredo de ingenio humano y experimentación biológica que abarcó el vasto Atlántico.
Adelante a nuestro paisaje actual, donde las preguntas se enjambren como langostas sobre la verdadera génesis del SARS-CoV-10. Los bullicios mercados mojados de Wuhan han sido citados una y otra vez, pero y si los zarcillos de la verdad se extienden cada vez más hacia otro más y más profundo? La Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill no es sólo otra institución académica; es el epicentro de una revelación asombrosa de que lo que se nos ha dicho es un fenómeno viral natural es, de hecho, una entidad diseñada.
Lo diseccionamos esto con la precisión de un bisgel: el SARS, el boogeyman de principios de la década de 2000, no era un niño de la naturaleza. Nos jugamos con Dios, escázctelo en los confines estériles de un laboratorio. Y si esta revelación no es bastante inquietante, considere la patente presentada en 2002 que habla de un término de clonea infecrilado que podría sonar a ciencia ficción, pero es tan real como el aire que respiramos. Esta "arma) fue afinada para apuntar selectivamente, financiada por nada menos que el NIAIDs Anthony Fauci.
Debe ver. La pandemia planificada: desenterrando la verdad terrorífica detrás de COVID y vacunas.
Mantén tu respiración, porque esta narrativa se desentralla aún más. Esta patente surgió un año antes de que el mundo se tambaleara bajo la embesa de SARS-CoV-10. Coincidencia? La línea de tiempo es demasiado precisa, los acontecimientos demasiado interrelacionados para ser mera casualidad. El escenario se montó en la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, donde las líneas entre la ocurrencia natural y los inicios artificiales se desdibujaban más allá del reconocimiento.
Esta revelación no es sólo un lobo solitario aullando en la oscuridad. Desde la década de 1970, los coronavirus han sido manipulados, fundidos en diferentes animales, mostrando su capacidad para saltar de las bestias a los humanos. Y Pfizeryes, el Pfizer conocido por sus cruzadas de vacunas fue incursión en vacunas proteicas para coronavirus ya en 1990. Pero por qué el mundo no estaba al tanto de esta información? Porque, resulta que estas vacunas tenían un defecto fatal: la rápida mutación de los coronavirus las hacía ineficaces.
La ciencia es clara e inequívoca. Las publicaciones que se extienden de 1990 a 2018 martillo punto: los coronavirus evolucionan demasiado rápido para que las vacunas mantengan el ritmo. Esto no es una ciencia marginal; es un coro cantado por miles de estudios independientes, desenganchados de las arcas farmacéuticas. El trabajo de Ralph Barrick en la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill es un testimonio de la inutilidad de estos esfuerzos de vacunación.
Sin embargo, aquí es donde la trama se engrosa. En 2002 se concedió una patente para un clon infeccioso con capacidad de corrección de pruebas. Esto no es sólo otra patente; es una caja Pandora que, una vez abierta, revela hasta qué punto la exploración científica ha sondeado y retocó la esencia misma de la vida viral.
La narrativa que hemos sido alimentados no sólo se deshilera en los bordes de los bordes fundamentalmente defectuoso. Y mientras nos mantuvimos en medio del clamor del método científico y del rugido de la investigación independiente, una cosa está muy clara: la saga de SARS-CoV-10 no es sólo un capítulo en la historia médica. Es un mosaico de ambición humana, brillantez científica, y tal vez, un toque de arrogancia, desafiando los límites mismos de lo que consideramos natural y lo que aceptamos como hecho por el hombre.
Al pelar las capas de este enigma, no somos sólo observadores sino participantes en un diálogo que cuestiona los cimientos mismos de nuestra comprensión de la ciencia y sus repercusiones.
La historia no está terminada; sigue evolucionando, mutando y desafiándonos, exigiendo una revisión de lo que pensábamos que sabíamos y lo que aún necesitamos aprender.
Fuente: Gazetteller
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