Las conferencias climáticas son inútiles para el clima
La Asociación de Realistas Climáticos (ARC), formada por científicos y académicos, desea hacer público el siguiente comunicado con motivo de la 29ª Conferencia climática en Bakú, Azerbaiyán:
Las conferencias de las partes (COP), conocidas popularmente como conferencias climáticas, son organizadas cada año por la ONU desde 1995. Sirven para evaluar los avances en la lucha contra el cambio climático y establecer obligaciones legalmente vinculantes para que algunos países desarrollados reduzcan sus emisiones de gases de efecto invernadero. También sirven para establecer fondos económicos que transfieran riqueza de unos países a otros con la justificación de compensaciones climáticas. Sin embargo, un análisis de 30 años de conferencias climáticas demuestra su inutilidad e hipocresía.
Puesto que su principal objetivo es limitar las emisiones de CO₂, podemos hablar del fracaso absoluto de las conferencias climáticas. En 1995, en la atmósfera había 361 partes por millón (ppm) de CO₂, y su concentración crecía a 1,5 ppm/año. En 2024 hay 423 ppm y su concentración crece a 2,5 ppm/año.
De hecho, las conferencias climáticas aumentan las emisiones de CO₂. A la COP29 de Azerbaiyán asisten 66.778 delegados, la mayoría de los cuales lo hace volando y ello requiere más de 800 vuelos de avión. Por lo tanto, en términos de reducción de emisiones las conferencias climáticas van en la dirección contraria.
A ello hay que añadir que muchas personalidades viajan a las conferencias climáticas en aviones privados. Un estudio reciente publicado en la revista Communications Earth & Environment muestra que las emisiones procedentes de aviones privados han aumentado en los últimos cuatro años en un 46%. También revela que las élites políticas y económicas que viajaron a la conferencia climática del año pasado en Dubai en aviones privados, también lo hicieron al Foro Económico Mundial en Davos, al festival de cine de Cannes y a la copa del mundo FIFA en Catar. Es la hipocresía y despreocupación de quienes nos aleccionan a reducir nuestras emisiones mientras ellos aumentan las suyas.
Las obligaciones de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero que se establecen en las conferencias climáticas solo las cumplen determinados países. La gran mayoría de países están exentos de esa obligación y ello incluye a países tan desarrollados como China, la segunda potencia económica mundial. Entre los países que han adquirido un compromiso de reducir sus emisiones se encuentran los de la Unión Europea, incluida España.
Pero si lo que se pretende es que los niveles de CO₂ de la atmósfera dejen de aumentar, carece de sentido que quienes apenas emiten sean los que reduzcan sus emisiones. Las emisiones conjuntas de la Unión Europea están disminuyendo desde hace 45 años, mientras que las del resto del mundo no dejan de aumentar. En la actualidad, las emisiones de la UE son un insignificante 7% de las mundiales y las de España un ridículo 0,7%. Nuestra reducción de emisiones, en un mundo que las aumenta a un ritmo mucho mayor, no tienen ningún efecto ni sobre el clima ni sobre el CO₂ de la atmósfera, pero sí lo tiene sobre nuestra economía y nuestro futuro inmediato.
El 81,5% de la energía consumida por la humanidad proviene de los combustibles fósiles. El consumo de dichos combustibles ha aumentado desde 1995 en un 62% y consecuentemente también han aumentado las emisiones de CO₂. Mientras la Unión Europea ha reducido sus emisiones de CO₂ en 0,87 gigatoneladas (Gt) y España en 0,02 Gt, el resto del mundo las ha aumentado en 14,5 Gt. Si la UE pretende liderar al mundo en la reducción de CO₂ con el ejemplo, está claro a estas alturas que no va a funcionar. Somos un ejemplo en desindustrialización y pérdida de competitividad.
¿De qué sirve entonces que la UE reduzca sus emisiones si no tiene efecto sobre el clima, ni tampoco sobre los niveles de CO₂ y el resto del mundo no lo hace? Esa es una pregunta a la que no saben responder nuestros líderes. La humanidad siempre ha utilizado la energía más barata para hacer crecer la economía y mejorar las condiciones de vida. El rechazo por parte de la UE a los combustibles fósiles ha venido acompañado de un estancamiento de su producción industrial. Tomando el año 2000 como referencia, el mundo ha incrementado su producción industrial en un 45%, pero la UE se queda atrás y solo lo ha hecho en un 10% y en el caso de España ha habido un dramático decrecimiento del 15%.
Esta pérdida de competitividad y prosperidad europea con respecto al resto del mundo es un indicio claro de un liderazgo fallido. El camino emprendido de reducción de emisiones de CO₂ a toda costa socava nuestra seguridad alimentaria, al afectar negativamente con su hiper-regulación a la agricultura y ganadería. También nos lleva a una dependencia total de China, donde se fabrican los paneles solares, aerogeneradores, baterías de coches y demás elementos en los que se basa la descarbonización de la electricidad. Sin olvidar su fuerte impacto ambiental y la dificultad de gestionar sus residuos.
Desde la ARC queremos alertar a la sociedad del declive económico que se está produciendo en España y el resto de Europa como consecuencia de la decisión de transformar el sistema energético mediante subvenciones y prohibiciones impuestas por los políticos. Esta decisión se ha tomado sin consultar a los ciudadanos con la excusa de una crisis climática. Sin embargo, tras 50 años de calentamiento, el resto del mundo demuestra con sus acciones no creer en una crisis climática. Las conferencias climáticas, como la de Azerbaiyán, llevan a desmantelar nuestra industria, mientras el resto del mundo se aprovecha de ello y para colmo les pagamos por hacerlo. El nuevo fondo que se negocia en Bakú multiplicará por 10 la cantidad que debemos pagar.
Fuente: Alerta digital
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