¡Diabólico! ¡Cómo las grandes farmacéuticas enferman a las personas sanas y lo llaman medicina!
La saga de la despiadada campaña de las grandes farmacéuticas para convertir a los sanos en perpetuamente medicados es un testimonio flagrante de la avaricia corporativa que no conoce límites. No se trata solo de ganar dinero rápido; Esta es una guerra sin cuartel contra la esencia misma de la salud humana, donde los gigantes farmacéuticos actúan como jueces y verdugos, condenando a las masas a una cadena perpetua de dependencia y desesperación.

Dejemos esto claro: las grandes farmacéuticas han secuestrado sistemáticamente la atención médica, transformándola de un santuario de curación en una grotesca máquina generadora de ganancias. Estas corporaciones, con sus tentáculos en lo profundo de la comunidad médica, han perfeccionado el arte de la explotación, convirtiendo a los médicos en traficantes y a los pacientes en adictos. La narrativa es repugnantemente similar en todos los ámbitos: entra con una queja menor, sal con una receta que te encadena a un frasco de pastillas indefinidamente.
El nivel de engaño es asombroso. Bajo el disfraz de tratamiento, estas compañías liberan drogas que equivalen a una guerra química contra la población desprevenida. Han mercantilizado nuestras fluctuaciones humanas naturales, nuestras ansiedades, nuestras noches de insomnio, empaquetarlas como patologías que deben ser aplastadas con píldoras que tienen más probabilidades de paralizar que de curar.
Los veteranos, los héroes que lo han arriesgado todo, son descartados por el sistema, alimentados con un cóctel de drogas que adormecen la mente y que les roban algo más que su tranquilidad. Los estudiantes, las mentes brillantes del mañana, son engañados para que crean que su impulso y estrés son trastornos que necesitan ser suprimidos, no signos de su dedicación y humanidad. Los individuos cotidianos que buscan una pizca de alivio están atrapados en un círculo vicioso de medicación que adormece, que embota, que borra la esencia misma de su ser.
Y el silencio, oh, el silencio, es el acto más violento de todos. Es un silencio enloquecedor en el que la verdad está enterrada bajo capas de declaraciones de beneficios y brillantes campañas publicitarias. El consentimiento informado se ha convertido en una broma negra, un gesto simbólico eclipsado por la flagrante omisión del costo total y horrible de estos medicamentos.
Se trata de un imperdonable abuso de confianza, un acto deliberado de violencia contra la autonomía y la salud de las personas. El mensaje de las grandes farmacéuticas es claro: tu salud no es tuya; Es suyo controlar, monetizar, manipular hasta que no seas más que un caparazón, una fuente de ingresos recurrente que alimenta su insaciable codicia.
La indignación contra esto debería ser ensordecedora. Se trata de un llamamiento a las armas contra una industria que se aprovecha de la vulnerabilidad, que ve el sufrimiento humano como nada más que una oportunidad de mercado. Es hora de desmantelar el complejo farmacéutico-industrial que trata nuestra salud como una mercancía, de reclamar nuestro derecho a una vida libre de las cadenas de la dependencia fabricada.
Ya basta. Los especuladores de las grandes farmacéuticas que trafican píldoras deben rendir cuentas por sus crímenes contra la humanidad. La batalla por el alma de la atención médica está sobre nosotros, y es una lucha que no podemos permitirnos perder. Por el bien de nuestra salud, nuestra dignidad y nuestra propia humanidad, debemos ponernos de pie y declarar la guerra al reino de terror de las grandes farmacéuticas. Que comience la revolución.
Fuente: Gazetteller
¿Cuál es tu reacción?






