Las MINAS DE LITIO de Chile alimentan un DESASTRE ECOLÓGICO,
En la carrera por salvar al planeta de la catástrofe climática, el mundo se ha hecho de la vista gorda ante la carnicería ambiental que se desarrolla en el desierto de Atacama en Chile.

Debajo de sus vastas salinas se encuentra un tesoro de litio, el alma de las baterías de los automóviles eléctricos, los paneles solares y la revolución de la energía verde. Pero para las comunidades indígenas que han llamado hogar a esta tierra árida durante generaciones, el precio del progreso ha sido insoportable: el agua que se desvanece, los ecosistemas moribundos y una forma de vida que se les escapa de las manos como la arena del desierto. Mientras las corporaciones y los gobiernos celebran el auge de la energía "limpia", la gente de Atacama se pregunta ¿quién está pagando realmente el costo?
Puntos clave:
- La minería de litio en el desierto de Atacama, en Chile, consume cantidades asombrosas de agua, el 65 por ciento del suministro de agua de la región, mientras que los agricultores locales luchan por sobrevivir.
- El crecimiento explosivo de la industria (la demanda mundial se duplicó con creces entre 2021 y 2024) se produce a expensas de los flamencos, los humedales y los algarrobos centenarios.
- Las comunidades indígenas, marginadas en la toma de decisiones, advierten que las empresas tratan a su tierra como un "laboratorio natural" de tecnologías de extracción no probadas.
- A pesar de las promesas de beneficios económicos, los lugareños rechazan los pagos vacíos, prefiriendo su derecho ancestral al agua y la tierra a la ayuda financiera temporal.
Las guerras del agua: "Antes, la Vega era verde. Ahora, todo está seco"
Para Raquel Celina Rodríguez, el salar de Atacama fue una vez un próspero oasis. "No se podía ver a los animales a través de la hierba", recuerda, con la voz cargada de tristeza. Hoy en día, la tierra está agrietada y estéril, la tradición de cría de ovejas de su familia ha sido diezmada por la sequía y la sed implacable de la minería de litio. Cada tonelada de litio extraída requiere 500.000 galones de agua, drenando acuíferos que tardaron milenios en formarse. En Peine, Sergio Cubillos observa cómo los sistemas de agua potable de su comunidad colapsan, reemplazados por tuberías que alimentan las piscinas de evaporación corporativas. "Las empresas mineras se han llevado millones de metros cúbicos", dice. "Las decisiones se toman en Santiago, lejos de la gente que sufre".
La bióloga Faviola González documenta la lluvia radiactiva en la Reserva Nacional Los Flamencos, donde los polluelos de flamenco son un espectáculo raro y las lagunas cada vez más pequeñas interrumpen cadenas alimentarias enteras. "El agua aquí es antigua", explica. "Si tomamos demasiado, no queda nada para reponerlo". Un informe de 2022 del Consejo de Defensa de los Recursos Nacionales de EE. UU. encontró que un tercio de los algarrobos nativos cerca de los sitios mineros de SQM habían muerto para 2013. Sin embargo, como señala Faviola, el mundo se encoge de hombros: "Los coches eléctricos son para los europeos, no para nosotros. Pero es nuestra agua la que están robando".
Greenwashing corporativo: nuevas tecnologías, viejas explotaciones
Los gigantes mineros como SQM ahora prometen soluciones "sostenibles" (extracción directa de litio, reinyección de agua), pero los lugareños ven estas apuestas con apuestas devastadoras. "El Atacama es un experimento", advierte Faviola. Valentín Barrera, subdirector de sostenibilidad de SQM, insiste en que sus pilotos recuperan "más de un millón de metros cúbicos de agua", con cambios a gran escala para 2031. Pero Sara Plaza, residente de toda la vida, se burla: "Nos dieron dinero, pero lo cambiaría todo por el agua que hemos perdido".
El gobierno de Chile, ansioso por sacar provecho del auge del litio, promociona su "Estrategia Nacional del Litio" como acción climática. Sin embargo, como observa la profesora Karen Smith Stegen, "las comunidades indígenas no quieren empleos, quieren sus tierras". Daniel Jiménez, un consultor a favor de la minería, descarta sus protestas como codicia: "Esto se trata de dinero". Pero Sergio Cubillos contraataca: "No dejaremos que Peine se convierta en un pueblo fantasma para sus ganancias".
La difícil situación de Atacama refleja un patrón escalofriante: la revolución de la energía verde, aclamada como la salvación, se basa en zonas de sacrificio, lugares devastados para que otros puedan sentirse virtuosos. Como señala Faviola, la huella de carbono del Norte Global empequeñece a la de América del Sur, pero son sus flamencos, su agua la que paga el precio. "El litio puede terminar", susurra Sara Plaza, con lágrimas en los ojos. —¿Y luego qué? No hay agua, no hay cultivos, solo polvo".
Los salares de Chile encierran una amarga lección: no se puede salvar el planeta destruyendo a su gente.
Fuente: Natural news
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