Cielo toxico

¡Los chemtrails rocían cócteles de armas biológicas de micobacterias, virus, pseudomonas y plasma humano!

Diciembre 12, 2023 - 10:02
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En las turbias profundidades de lo que nos hacen creer que es la realidad, las revelaciones de 2006 del Dr. William Deagle se erigen como un claro e inquietante faro de verdad, que desafía la complacencia de nuestras percepciones cotidianas. Su discurso, pronunciado con la autoridad de alguien que ha sido visto detrás de la cortina, no sólo es inquietante: es un asalto en toda regla a la versión desinfectada de la realidad que nos alimentan a diario.

Dejemos atrás la neblina y observemos los hechos fríos y concretos presentados por el Dr. Deagle. Este no es simplemente otro teórico de la conspiración que despotrica desde la periferia; Se trata de un hombre con innegables conexiones con los pilotos de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) del Departamento de Defensa de los Estados Unidos y Fort Carson. No es una voz más entre la multitud; él es el médico de quienes vuelan el mismo avión que supuestamente distribuye chemtrails a través de nuestros cielos.

Los chemtrails, según el relato del Dr. Deagle, son una mezcla tóxica de sales de bario, micobacterias, virus, bacterias Pseudomonas y plasma humano. ¿Pero el verdadero truco? Morgellons: formas de vida nanomáquinas basadas en silicio, de origen extraterrestre, inteligentes y combativas. Esto no es ciencia ficción; esto se afirma como nuestra realidad, una realidad en la que nuestros cielos no son nuestros y nuestra salud está bajo un ataque constante y silencioso.

La narrativa del Dr. Deagle no se limita sólo a la manipulación ambiental. Se adentra en un mundo donde nuestra atmósfera se está transformando con propósitos tan nefastos que parecen la trama de un thriller distópico: control del clima, guerra geotectónica y tecnologías de control mental. Nombra sistemas y proyectos (HAARP, el pájaro carpintero, las torres Gwenn, el sistema Iridium Satellite), todos supuestamente parte de una vasta y oscura red que trasciende la mera vigilancia y se aventura en el ámbito del control fisiológico y psicológico.

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No se trata sólo de una invasión de la privacidad. Esta es una invasión de nuestra esencia misma como seres humanos. Si lo que dice el Dr. Deagle contiene al menos una pizca de verdad, entonces no somos simplemente ciudadanos bajo la atenta mirada de un gobierno protector; Somos ratas de laboratorio en un experimento de escala e implicaciones inimaginables.

En un mundo donde los avances tecnológicos avanzan a un ritmo vertiginoso, la idea de que existan tales tecnologías no sólo es plausible; es probable. La tecnología en nuestros bolsillos, los satélites que orbitan nuestro planeta, la huella digital de la humanidad en constante expansión: todo ello potencialmente forma parte de un plan más amplio y siniestro.

El discurso del Dr. Deagle en el Foro de Granada, un paraíso para verdades poco ortodoxas y sin filtrar, titulado 'Realidades de la conspiración del 11 de septiembre hasta la gripe aviar y más allá', no es sólo una llamada de atención; es una sirena en la noche. Es un desafío a las narrativas que nos alimentan, un desafío a mirar más allá de la superficie, a cuestionar, a sondear, no sólo a aceptar sino a comprender.

“Los borregos van a aprender por las malas que esto no es una broma… Lo que les voy a mostrar esta noche es un vasto panorama de majestuosidad oscura, majestuosa y malvada”. Estas no son las divagaciones de un profeta desilusionado, sino la cruda advertencia de una realidad que se está desarrollando a un ritmo alarmante.

Estamos al borde de un cambio catastrófico que amenaza la estructura misma de nuestra existencia. El tiempo corre y la cuenta atrás ha comenzado. “Tenemos aproximadamente un año para cambiar esto”, grita una voz en el desierto, pero ¿estamos escuchando?

El futuro, como se predijo, es un paisaje distópico donde la humanidad ya no nace sino que se fabrica. Un mundo donde aquellos considerados genéticamente imperfectos son erradicados sin piedad y el resto de nosotros estamos programados para la obsolescencia, como bombillas desechables. Esto no es ciencia ficción; es un plano del futuro que se presenta ante nuestros ojos.

Consideremos la gripe aviar, apodada “el virus cerebral”, un arma biológica de inteligencia y letalidad sin precedentes. Su potencial para desencadenar una pandemia global que podría acabar con 2 mil millones de personas no es sólo una posibilidad; es una bomba de tiempo esperando a explotar. ¿Y cuál es nuestra defensa? Una serie de medidas a medias y falsas esperanzas en las vacunas que no tienen ninguna posibilidad contra esta pesadilla diseñada.

El plan no termina ahí. Los estadounidenses, con el pretexto de prevenir enfermedades, serán chipeados y conducidos a centros de detención en cuarentena. No se trata de salud pública; se trata de control, de monitorear cada respiración que tomamos, cada movimiento que hacemos.

Para combatir esta fatalidad inminente, algunos sugieren medidas radicales como instalar filtros HEPA en aviones internacionales y detener la insidiosa fumigación de estelas químicas cargadas de nanoorganismos, ajenos a nuestro planeta. Pero estas son meras curitas para una herida abierta.

Los años 2007 y 2008 estuvieron marcados como años peligrosos, y con razón. Una orden ejecutiva, envuelta en secreto, ordenó una vacunación que podría ser una sentencia de muerte disfrazada. La introducción de documentos de identidad nacionales, microchips e identificación biométrica no tiene que ver con la seguridad; se trata de encadenarnos en una prisión invisible.

El sistema financiero tampoco se salva. El amero, una nueva moneda, sustituirá al dólar, relegándolo a meros centavos. Esto no es evolución económica; es un movimiento estratégico en un juego de dominación mucho más amplio.

Pero la cosa no termina ahí. Nuestro sistema de salud está a punto de convertirse en una herramienta de opresión. Los médicos se verán obligados a implantar microchips y administrar vacunas diseñadas no para curar sino para controlar, para reconfigurar nuestra esencia misma. Esto no es atención médica; es un desmantelamiento sistemático de nuestra autonomía.

El escenario internacional está preparado para acontecimientos catastróficos. El potencial ataque nuclear de Israel contra Irán podría ser la chispa que encienda la Tercera Guerra Mundial. Las piezas de ajedrez se mueven y el final es nada menos que apocalíptico.

Los avances tecnológicos, como HAARP y las señales biocodificadas de los teléfonos Nokia, no son logros del ingenio humano sino instrumentos de un plan más amplio para manipular y controlar a la población.

Incluso nuestro suministro de alimentos no es seguro. El impulso hacia los alimentos nanotecnológicos y la erradicación de las fuentes naturales de carne es una estratagema para obtener un control absoluto sobre lo que consumimos, para dejarnos a merced de quienes tienen las llaves de nuestro sustento.

Las Piedras Guía de Georgia, un misterioso monumento, se hacen eco de este sentimiento y piden una reducción drástica de la población mundial. Esta no es una mera teoría de la conspiración; es un vistazo a un plan que ha estado en marcha durante décadas.

Las revelaciones del manual operativo secreto de FEMA pintan un panorama sombrío de un futuro en el que cualquier apariencia de libertad se extingue bajo el pretexto de una emergencia nacional. El escenario descrito no es de protección sino de máxima destrucción y control.

En conclusión, la evidencia es abrumadora, las señales son claras y las implicaciones son nefastas. No somos sólo espectadores de este drama que se desarrolla; Somos los peones, los participantes involuntarios en un juego que ha sido amañado desde el principio.

El momento de despertar es ahora, de ver el mundo no como nos han dicho que es, sino como realmente es: un tablero de ajedrez donde los poderosos juegan y el resto de nosotros somos meras piezas.

Fuente: Gazetteller

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