El falso CAMBIO CLIMATICO

¡Falsos profetas y datos fabricados que llevan a la humanidad a la perdición!

Marzo 26, 2024 - 10:04
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El falso CAMBIO CLIMATICO

Sumergiéndonos en el corazón de esta supuesta teoría del cambio climático antropogénico catastrófico, despojémonos de la apariencia de respetabilidad científica y expongamos la cruda y sin adornos verdad que hay debajo. Esta narración, vendida con el celo de un predicador callejero que predice el fin de los días, es nada menos que una clase magistral de invención, un carnaval de contradicciones tan descaradas que es una maravilla que se presente con una cara seria.

Aquí está el problema: cada predicción, cada escenario apocalíptico que nos da la camarilla del cambio climático, apesta a manipulación. Han convertido la investigación científica en un circo, donde la evidencia se retuerce, se retuerce y se fabrica para adaptarse a una narrativa preestablecida. Inviernos más duros, inviernos más ligeros, más nieve, menos nieve: la lista de resultados diametralmente opuestos atribuidos al cambio climático es tan ridícula como interminable. Es como si estuvieran tirando todo contra la pared, esperando que algo se pegue, que los hechos sean condenados.

Y hablemos de esos casquetes polares, ¿de acuerdo? En un momento nos dicen que se están derritiendo en el olvido, al siguiente se están expandiendo como una especie de imperio helado. Es un giro narrativo que sería cómico si no se presentara como la piedra angular de una crisis global. Al parecer, los mares también están en el acto, volviéndose simultáneamente más salados y menos salados, en una muestra mágica de la capacidad del cambio climático para ser todas las cosas en todo momento.

Lo que estamos presenciando no es ciencia; Es una fábrica de fabricación en toda regla, que produce historias de miedo diseñadas para mantener a las masas en un estado perpetuo de pánico. ¿Por qué? Porque una población asustada es una población obediente, que seguirá ciegamente a donde los llamados expertos los lleven.

Karl Popper debe estar revolviéndose en su tumba. Su criterio para diferenciar la ciencia de la pseudociencia —la falsabilidad— está siendo pisoteado por la brigada del cambio climático. Han erigido una teoría tan flexible, tan infalsificable, que puede transformarse convenientemente para explicar cualquier eventualidad, por contradictoria que sea. Esto no es ciencia; Es humo y espejos, un juego de manos diseñado para distraer la atención del hecho de que cuando se trata de un rigor científico genuino, la teoría del cambio climático catastrófico está en bancarrota.

La audacia de este gran engaño es impresionante. Con el pretexto de salvar el planeta, los defensores de esta teoría exigen nada menos que la reestructuración de las economías globales, la redistribución de la riqueza y la entrega de las soberanías nacionales a los organismos internacionales que operan más allá del alcance de la responsabilidad democrática. Y todo basado en una narrativa tan plagada de inconsistencias, tan desprovista de respaldo empírico, que sería ridículo si lo que está en juego no fuera tan trágicamente alto.


A los creyentes, a los acólitos de esta ortodoxia del cambio climático, les lanzo un reto: muéstrennos los criterios de falsificación. Preséntanos evidencia clara e inequívoca que pueda ser probada y potencialmente refutada. Hasta que no puedas hacer eso, tu teoría seguirá siendo lo que es: un tapiz de miedo, tejido con hilos de conjeturas y teñido con los matices del alarmismo.

Ha llegado el momento de denunciar esta narrativa como lo que realmente es: una ilusión meticulosamente elaborada, un barniz pseudocientífico abofeteado a una agenda política. Los defensores del catastrófico cambio climático antropogénico han convertido el alarmismo en una forma de arte, manipulando datos y explotando la variabilidad natural de nuestro planeta para impulsar una narrativa que es tan dañina como infundada.

Es hora de exigir más a aquellos que quieren que remodelemos nuestro mundo a imagen de sus hipótesis no probadas e incomprobables. Es hora de exigir ciencia real, no el alarmismo pseudocientífico que se nos ha servido bajo el pretexto de salvar el planeta.

Fuente: Gazetteller

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