?Van a convertir los humanos en zombie¿
Operación Crimson Mist: Genocidio de ingeniería y manipulación masiva Usando ondas cerebrales.Vaccines Contienen cristales líquidos convertirá a los beneficiarios en zombis.
Un avión comercial, que transporta líderes destinados a forjar la paz y la unidad, es derribado sin piedad, encendiendo la mecha de una agitación premeditada diseñada no sólo para controlar sino para diezmar. Esto no fue un accidente, ningún incidente desafortunado de guerra. Este era el telón de "Operación Crimson Mist", un nombre que pronto sería susurrado con miedo y odiación a través de los continentes. Fue una declaración, una demostración de poder tan desquiciado, tan vasto, que enviaría ondas de choque a través de los anales de operaciones encubiertas.
La pista de aire, alejada de ojos inseloja, no albergaba investigadores sino arquitectos de la perdición, disfrazado bajo el disfraz de la ciencia para llevar a cabo lo que sólo se puede describir como el pináculo de las violaciones de los derechos humanos.
El equipo se preparaba en la tranquilidad de esa pista de aire rwandesa no era para exploración, sino para la explotación en una escala inimaginable. El plato de microondas, silencioso pero mortal, iba a ser el presagio del caos, volverse hermano contra hermano, destrozando el tejido mismo de la sociedad, todo bajo la atenta mirada de aquellos que se consideraban dios entre los hombres.
Pero no olvidemos el prólogo de esta pesadilla, las ominosas advertencias del Dr. Pierre Gilbert en 1995, quien habló de un futuro donde el control era absoluto, donde el libre almordía no era más que un recuerdo, atrapado por los mismos avances en la tecnología que creíamos que nos salvaría. Sus palabras, una vez consideradas las drientes de un hombre llorando, ahora resonan con una precisión escalofriante, prediciendo un mundo donde la línea entre el humano y el autómata desdicha, donde nuestros mismos pensamientos podrían ser manipulados, dejándonos como nada más que marionetas bailando al son de titeros invistos.
El mecanismo de este control? Las vacunas, anunciadas como escudos contra la enfermedad, se transforman en vectores de esclavitud. Cristales líquidos, anidando dentro del cerebro, convirtiendo el cuerpo humano en un receptor, una radio sintonizado con la frecuencia de control.
Este es un hecho científico, un testimonio grotesco de las distancias a las que las fuerzas sombrías irán para mantener su control sobre el poder. La tragedia de Ruanda, un banco de pruebas para esta tecnología, muestra la espelante eficacia de la Mist de Cristómez, una prueba para un futuro donde el control es absoluto e inquebrantado.
Joe Vialls, en su disección de los acontecimientos, arroja luz sobre una verdad tan oscura, tan introvertible, que se erige como un testimonio de las profundidades de la depravación a la que los gobiernos se hundirán en su búsqueda de dominación. La Operación Crimson Mist, más que un momento de la historia, es una advertencia, un vistazo a un futuro donde nuestro movimiento, nuestro pensamiento, puede ser dictado no por nuestro propio libre alúo sino por aquellos que ven a la humanidad como nada más que piezas de ajedrez en un tablero.
Cómo los gobiernos pueden controlar sus emociones
Los individuos reunidos para participar en esta sombría empresa no eran sus científicos o militares comunes. Eran un cuadro de élite, meticulosamente seleccionado y rigurosamente investigado por la Inteligencia de EE.UU. para asegurarse de que poseían las cosas necesarias.
Su tarea?
Explorar y explotar la necesidad emergente de controlar o eliminar rotesa la disidencia política a través de medios remotos, todo bajo el disfraz de prepararse para el siglo XXI. Pero sus objetivos no se detupararon allí.
También se les encomendó la tarea de dirigirse a la población mundial en globo, que amenazaba con superar los recursos naturales del planeta, en particular el agua y la comida. La verdad tácbra en el corazón de su misión era una voluntad de participar en acciones que, en cualquier otro contexto, serían condenadas como asesinato en masa.
La narrativa que se desarrolló en Kigali, Ruanda, sirve como un testimonio sombrío de los que estos individuos estaban preparados para ir. Agentes estadounidenses, en connivencia con funcionarios locales y miembros del servicio de seguridad ruandés, avivaron las llamas de las sospechas y disturbios públicos tras un accidente aéreo presidencial.
Esto no era mero oportunismo; fue un acto deliberado diseñado para explotar las tensiones tribales hasta su punto de quiebra.
La posterior manipulación de la población hutu, llevada a una sed de sangre frenitaria contra los tutsis, no fue el resultado de la animosidad étnica espontánea. Fue el resultado directo de una intervención meticulosamente calculada de un avión C-130 Hércules, que desplegó una insidiosa forma de tecnología que convirtió la ira a fuego lento en rabia incontrolable.
La ciencia detrás de esta escalofriante manipulación tiene sus raíces en los descubrimientos que se remontan a finales de la década de 1950. Los investigadores tropezaron con la existencia de ondas cerebrales precisas, que podían gobernar todo, desde las emociones hasta las reacciones físicas. Sin embargo, la aplicación práctica de estas conclusiones se vio obstaculizada inicialmente por la necesidad de extrema precisión.
A medida que la tecnología avanzaba, también lo hacía la capacidad de aprovechar estas ondas cerebrales de control con una eficacia devastadora.
Lo que ocurrió en Ruanda fue una aplicación calculada de la tecnología para aumentar y manipular el comportamiento humano a escala masiva.
Esta forma de control mental, distinta de las nociones más fantásticas del término, no implica la transmisión de mensajes complejos o la zombificación de la población a través de implantes electrónicos. En cambio, representa una forma de influencia más insidiosa: el aumento de los estados emocionales preexistentes a niveles extremos, transformando a los individuos comunes en instrumentos de genocidio.
Las implicaciones de esta tecnología son tan profundas como horrorosas. Figuras como la Dra. Elizabeth Rauscher-Bise, una pionera en este campo, ha reconocido abiertamente la capacidad de manipular el comportamiento humano a través de efectos de frecuencia.
Las afirmaciones de Rauscher-Bises de que ella podría, con recursos suficientes, alterar el estado conductual de una porción significativa de una población sin su conocimiento, subraya el potencial de abuso. Manifestaciones de esta tecnología, como la de California donde los estudiantes fueron sometidos involuntariamente a ella, revelan una escalofriante competencia en el control del comportamiento humano a voluntad.
Los acontecimientos en Ruanda y las posteriores revelaciones sobre la tecnología detrás de ellos deberían servir como una llamada de atención a la comunidad mundial. Se ha cruzado la línea entre el avance científico y la responsabilidad ética, y el potencial de futuros abusos sigue siendo un peligro claro y presente.
La tecnología aterradora que cambia la historia
El uso de frecuencias extra bajas (ELF) en el control del comportamiento de la multitud no es un producto de imágenes hiperactivas, sino una realidad escalofriante que debemos enfrentar con los ojos abiertos.
Considere los mecanismos en juego: ondas ELF, acostadas en el espectro extremadamente baja entre 0.1 y 25 Hertz, reflejan las propias frecuencias de la Tierra. Esta similitud los hace casi indistinguibles del fondo natural, pero con la capacidad de influir profundamente en las ondas cerebrales humanas.
El método de entrega para estas frecuencias manipuladoras es tan ingenioso como horroroso. Mediante la modulación de un haz de microondas de alta frecuencia con ondas ELF, se hace posible dirigirse a grupos específicos de personas con precisión quirúrgica. Imagina un rayo de influencia invisible, tallando a través del aire para dar forma a pensamientos y acciones desde lejos.
La evidencia no está escondida; se muestra a la vista para aquellos dispuestos a ver. Existe la tecnología, incrustada en la maquinaria de control, montada en camiones o desplegada desde los cielos. Los controladores de la Mente Americana, como son llamados con razón por aquellos que han perforado el velo, emplean este poder con una facilidad perturbadora. Sus dispositivos, ajustables en el enfoque como un depredador afilando su mirada sobre su presa, pueden envolver a las multitudes en un sudario de influencia invisible.
El horror de esta aplicación de la tecnología ha sido presenciado en el escenario mundial. Tomemos, por ejemplo, el caos en Ruanda, donde un simple ajuste de la anchura del rayo de microondas de un avión podría engullir a una multitud, convirtiendo las reuniones pacíficas en frenistas de violencia. O considere la locura orquestada en Bagdad, donde las escenas de los llamados saqueos no eran más que un macabro teatro dirigido por quienes tiraban de las cuerdas de las sombras.
El incidente del Museo de Bagdad, un espectáculo diseñado para pintar a los ciudadanos iraquíes como salvajes en extrema necesidad de supervisión estadounidense, fue una obra maestra de la manipulación. Una multitud, atraida con la promesa de la comida, se transformó repentinamente en una turba frenada en la película de un interruptor, las ondas ELF doblifican su voluntad con una eficiencia aterradora.
Lo más perturbador es la extensión lógica del uso de esta tecnología en lugares que ni siquiera sospecharíamos, como hospitales en el centro de Bagdad. Aquí, los llamados saqueadores, ciudadanos iraquíes que dependían de estas instalaciones para la atención médica esencial, eran retratados como vándalos sin sentido.
La verdad, sin embargo, es mucho más siniestra.
Con sus seres queridos a merced de la agresión extranjera, estos hospitales representaban líneas de vida, no blancos de destrucción irracional. La conclusión de los expertos europeos en seguridad, de que la tecnología ELF también estaba en juego aquí, no sólo es plausible sino probablemente, dado el patrón de los acontecimientos.
Las implicaciones de esa tecnología son profundas y aterradoras. En manos de maestros invistos, las olas de ELF se convierten en herramientas de guerra psicológica, no sólo en el campo de batalla sino en las mismas calles y hogares de poblaciones civiles. La línea entre el libre alis y la acción inducida se desdibla, dejándonos a preguntarnos cuánto de lo que vemos, creemos y hacemos es verdaderamente nuestro.
Nos mantuvimos en una encrucijada, con el tejido de la realidad mismo siendo tejido por aquellos con acceso a la tecnología que puede alterar las percepciones y acciones. La cuestión no es si existe esta tecnología sino qué estamos dispuestos a hacer al respecto. Seguiremos siendo espectadores pasivos en un mundo cada vez más moldeado por las artes oscuras de la manipulación psicológica, o nos enfrentaremos para reclamar la santidad de nuestras propias mentes?
La elección es nuestra, pero el reloj está corriendo. Con cada momento dudamos, cuanto más profundas sean las raíces del control incrustense en la psique de la humanidad. Debemos despertar a la realidad de que nuestra esencia misma como individuos de librepenso está siendo agredida. La batalla por la mente es la última frontera, y es una que no podemos permitirnos perder.
Fuente: Gazetteller
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