Mascotas y petardos: ¿Qué podemos hacer para que pasen menos miedo?
La verbena de San Juan, como otras ocasiones en las que se lanzan petardos, puede ser un calvario para las mascotas. He aquí algunos consejos para que estas ocasiones sean más llevaderas para ellos.
Muchos perros y gatos sufren, en diversa medida, miedo a los petardos. Sus reacciones pueden ir desde esconderse a sufrir ataques de ansiedad y, en el peor de los casos, taquicardias y pánico extremo. Si es posible, conviene aislarles del ruido y el olor en la medida de lo posible y crear un espacio seguro para ellos. Pero en el caso de animales que sufran una auténtica fobia, puede ser muy difícil. Así pues, ¿qué podemos hacer para que nuestras mascotas pasen estas ocasiones de la forma más llevadera posible?
El miedo a los petardos es natural e imprevisible
Antes que nada, conviene entender por qué los perros y, en menor medida, los gatos, pueden reaccionar con tanto miedo a la pirotecnia. La respuesta rápida es que, para ellos, se trata de una amenaza que no pueden identificar ni racionalizar.
Al asustarse, un perro buscará de manera instintiva a las personas: es importante hacerle sentir protegido pero solo cuando lo pida; de lo contrario le estaremos transmitiendo que debería sentirse asustado.
Los animales con miedo a los petardos a menudo tienen miedo también a los ruidos fuertes en general, como los truenos durante las tormentas, pero hay una diferencia importante: las tormentas pueden anticiparlas gracias a que perciben cambios en la presión atmosférica y el olor del aire. Aunque les tengan miedo, saben a qué temen: en cambio, los petardos son una amenaza que llega sin previo aviso y, por lo tanto, es mucho más fácil que les haga entrar en pánico.
Hay dos factores que influyen en el miedo a los petardos. Uno es, evidentemente, que se trata de un ruido fuerte e inesperado; pero hay que tener también en cuenta otro: el olor a pólvora. Además, sus sentidos del oído y del olfato son mucho más agudos que los nuestros, por lo que todos estos estímulos pueden ser realmente terroríficos para ellos.
¿Por qué los perros tienen tanto miedo a los petardos?
Ante una amenaza inesperada, perros y gatos – las mascotas más comunes – reaccionan de maneras distintas. Por norma general, los gatos suelen buscar un lugar donde esconderse y se quedan allí quietos a esperar que esa amenaza desconocida pase. En cambio, el instinto de los perros es el de escapar de dicha amenaza: por eso es tan importante no dejarlos en espacios abiertos, incluso aquellos que conozcan como el jardín o patio, porque probablemente intenten huir. Y si se encuentran encerrados en una casa, su reacción de ansiedad se debe precisamente a la imposibilidad de escapar de esta amenaza invisible.
El miedo a los petardos es especialmente complicado de gestionar en los perros ya que su reacción es más imprevisible que la de los gatos. Además, puede variar según la etapa de su vida: hay perros que empiezan a exteriorizar este miedo de adultos, aunque no lo tuvieran de cachorros; o por el contrario, que lo manifiesten menos en la vejez debido a que su oído y olfato sean menos agudos. También hay perros que se acostumbran mejor, mientras que otros arrastran este miedo toda la vida.
Los estudios han demostrado que ciertas razas son más propensas a sufrir fobia a los petardos (por ejemplo, las populares mascotas border collie o shiba inu); por el contrario, ciertos tipos de perros como los cazadores pueden sentir una indiferencia total al estar acostumbrados a ruidos semejantes. Aunque exista un cierto legado genético en el miedo a los petardos, debido a la sensibilidad de los sentidos en cada raza, el comportamiento de cada animal es imprevisible: si un perro de raza cazadora nunca ha sido entrenado como tal, puede sentir tanto miedo como cualquier otro.
El miedo a los ruidos fuertes tiene un componente hereditario y otro de socialización, pero se trata de un miedo instintivo y difícil de predecir.
¿Qué podemos hacer para tranquilizar a nuestras mascotas?
Sabiendo por qué temen tanto a los petardos, podemos centrarnos en buscar maneras de crear un espacio seguro para ellos que contrarreste en la medida de lo posible este miedo. Tanto para los perros como para los gatos, funciona bien el enriquecimiento ambiental, es decir, crear un ambiente con estímulos positivos.
En el caso de los gatos, que son animales más independientes que los perros, lo mejor es prepararles un espacio en el que se sientan cómodos: a ser posible, uno en el que acostumbren a relajarse. Para ello podemos llevar sus juguetes favoritos y, si tienen alguna casa o escondite predilecto, dejárselo allí. Para enmascarar el ruido de los petardos se les puede poner sonidos relajantes, como música alegre, sonidos de la naturaleza o ruido blanco. También funcionan muy bien los difusores de feromonas, que además de tener un efecto relajante enmascaran el olor de la pólvora. Es conveniente dejar solo una luz tenue, como la de una lámpara.
Con la mayoría de gatos, la mejor solución es prepararles un escondite donde puedan sentirse cómodos y seguros.
El miedo en los perros es más complicado de gestionar porque esconderse no siempre les tranquiliza y, ante la imposibilidad de escapar, exteriorizan este pánico en forma de comportamientos de ansiedad, destructivos o autolesivos. Si disponen de algún juguete para masticar o algún felpudo para rascar, puede ser útil para que canalicen esta ansiedad destructiva y evitar que empiecen a masticarse los pies, a romper cosas o incluso a pelearse.
Igual que para los gatos, preparar un espacio en el que se sientan seguros puede ayudar mucho, pero sus preferencias son algo distintas. Por ejemplo, a muchos perros les gusta mirar la televisión, así que tenerla encendida con el volumen alto puede distraer su atención del ruido. Por otra parte los juguetes con premio les pueden mantener ocupados y, a la vez canalizar la ansiedad. También existen difusores de feromonas para perros, aunque no sean tan populares como los de gatos.
Nunca se debe encerrar a un perro asustado en una habitación: no solo romperá las cosas, sino que puede agravar su fobia.
Aun así, la eficacia de todo esto dependerá mucho del carácter del perro, pues los hay que sufren una fobia real. Para estos casos existen pastillas tranquilizantes, pero deben ser prescritas siempre por un veterinario que conozca la historia clínica del animal, ya que pueden ser peligrosas si este sufre alguna patología, especialmente cardíaca. Lo mejor es llevar el enriquecimiento ambiental hasta donde se pueda y, si aun así no es suficiente, valorar con su veterinario hasta qué punto los riesgos de la medicación compensan los beneficios.
En cualquier caso, pero especialmente en el de los perros, es determinante el comportamiento de los humanos con los que conviven. Aunque hay que reconfortarle si lo pide, los veterinarios desaconsejan hacerlo de forma excesiva o preventiva (si este no muestra signos de un miedo excesivo) ya que sentirse protegido en exceso puede reforzar esta percepción de que hay una amenaza inminente y, por lo tanto, agravar el problema.
Fuente: Nacional Geographic
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